Rodz
Expose yourself to art...
miércoles, 4 de mayo de 2011
jueves, 24 de febrero de 2011
martes, 15 de febrero de 2011
¡No voltees!
-¿Dónde estás?-
El mar acariciaba la inmaculada arena de una playa virgen.
-Te escucho…-
-¿Qué pasó aquí? ¿Me sientes?-
-Te espero…-
-Quiero ir a dónde estás, quiero que me digas que pasó aquí.
El ruido de las aguas alborotadas que chocaban contra las rocas era ensordecedor, pero no afectaba el diálogo, pues nos comunicábamos a través del pensamiento en un mar de distancia.
-Entonces tendrás que venir aquí abajo, donde la penumbra se convierte en sonido –me contestó-
De un momento a otro, sin más ni más una ola gigante se reveló, en todo se esplendor azul verdoso frente a mí. Me embistió atrapándome en su ser, entrando por mi boca y mi nariz.
Y allí estaba, en medio de un infinito mar que daba vueltas y me precipitaba hacia el fondo de algo. Una caída interminable.
“No caerá… caerá, no caerá… caerá”.
El sabor salado agredía mi lengua y bajaba por mi garganta de igual manera que yo bajaba dando vueltas como el carrusel de la inocencia en el que jugábamos cuando éramos niños.
“No caerá… caerá, no caerá… caerá”.
No veía nada… oscuridad, no había agua, pero seguía cayendo… ¿o no? Allí no había arriba ni abajo. Pero sentía la caída en… ¿mi corazón? ¿Y mi corazón?, no latía, no lo sentía latir.
“No caerá… caerá, no caerá… caerá”.
Caí. El sonido abrumador de las voces que allí dormían aturdieron mis sentidos y no distinguía lo que farfullaba.
Una brisa soplada por un viento fantasma acarició el contorno de mi rosto.
-¿Brisa de mar?- pensé.
Una voz quejumbrosa con estructura de llanto era ahora, lo único que se escuchaba en las recientes inmaculadas de aquella oscuridad total. Mis pies, con voluntad propia, caminaron había la fuente del lastimoso alarido conduciéndome hasta una puerta amorfa con una perilla de aluminio dorado. Mis manos con voluntad propia la giraron y crucé el umbral deformado. Los alaridos se convirtieron en sollozos y luego en un llanto casi secreto cuando la niña percibió mi presencia.
Yacía con el rostro gacho entre las manos, el cabello le caía sobre los hombros y el pecho, me hinqué con intención de consolarla y posé mis manos en sus hombros preguntándole:
-¿Qué te pasa?-
-Es que mi papá me abandono en la tienda de mascotas- me contestó al tiempo que levantaba su rostro para mirarme- estoy perdida y sé que hacer-
Su voz podría haberme hablandado el corazón, pero mi corazón no estaba en mi pecho. Yo quería decirle que todo iba a estar bien, que la llevaría conmigo y que jugaríamos en el carrusel de la inocencia que no, paraba de girar, como cuando papá y yo montábamos uno de esos caballos del carrusel y que… << ¿Dónde he visto a esta niña? Me parece familiar>>… todo estaría mejor. Pero el silencio se antepuso a mis palabras, cuando vi la transformación de ese rostro vacío y con una mirada llena de terror que me dijo con una voz fría, temerosa pero firme y en señal de seria advertencia:
-Pase lo que pase no vayas a voltear-
“No caerá… caerá, no caerá… caerá”.
Un nudo ciego se afianzo a mi tráquea matando mi voz, un golpe en mi pecho advirtió que el corazón había aparecido en ese momento palpitando a una velocidad exacerbada.
-No voltees- me advirtió.
Note que ella miraba sobre mi hombre derecho.
-No voltees- dijo de nuevo.
<< Ruidos tras de mí, ruidos de tierra removida y ruidos de voces echas con hebras de voz humana se quejan, lloran, clama, esperan. >>
¿Qué criatura abismal sería capaz de petrificar la mirada ingenua de una niña? ¿Qué eran esos ruidos? ¿Qué había tras de mí? ¿Por qué no debía voltear? Yo buscaba respuestas, tenía que voltear.
-¡No voltees!- grito ella al ver mi cabezo girar.
<< ¿Dónde la he visto antes? Me es muy familiar>>
Me cayó como balde de agua helada, el sudor frio de mi cuerpo se congelo, el corazón que, tal vez era el nudo en mi garganta, se detuvo de golpe, mi respiración ceso, mis pupilas se dilataron, la esfinge del miedo estaba frente a mí.
Allí estaba él, mi padre, ¿Hace cuánto qué se marcho dejando un vació en el pecho?, “No caerá… caerá, no caerá… caerá” ¿Qué hacía? Y esas personas desplomadas a su lado ¿Quiénes eran?, y ¿Por qué tenían algo rojo que se notaba en esa obscuridad substancial? ¿Por qué sus cuerpos no estaban enteros? ¿Por qué mi papá cavaba una fosa en esa tierra de ceniza?... ¿Por qué… lloraba?
Arrojó los cuerpos mutilados a la fosa y los cobijó con la tierra removida para que se durmieran eternamente mientras le reclamaba al viento:
-Siempre me dejaron sus problemas! - gritó- ¡ahora yo tengo que hacer esto también, como todo lo demás! ¿¡Por qué?! ¡¿Por qué a mí?!-
Yacía en la tierra, al lado de la cruz que los cuervos trajeron desde páramos secretos, con la cara entre los brazos, las lágrimas levantaban tierra al caer, polvo que se convirtió en neblina de invierno.
-¿Papá…?- inquirí con la voz casi ahogada por el miedo.
Volteo, como un lobo que se da cuenta que es acechado mientras devora su presa.
“No caerá… caerá, no caerá… caerá”.
-¡¿Qué haces aquí?!- gruño mientras se precipitaba sobre mí - ¡Tú también eres culpable!
-¡¿Papá, qué hacías?! – pregunte con las lágrimas recorriendo mis mejillas.
-¡Tú no entiendes! ¡Nadie entiende nada! Yo tuve que darles un sepulcro. ¡Tú abuelo nunca hizo nada , nunca le importaron sus hijos. Tú me preocupas, me preocupas mucho Alice!
<< Alice… ese era el nombre de la niña… ese era mi nombre… ella era…
-¡Me preocupas mucho Alice! ¡Mucho!-
Me tomo por los hombros bruscamente clavando su mirada lunática en mis ojos llorosos, quería que me dijera que cabalgaríamos juntos un caballo de carrusel, pero ya yo no era una niña. Ya no había inconsciencia para el carrusel, y lo más cerca que estaría de conseguirla era recordando a esa pequeña Beverly, que fue traída por el mar hasta aquí abajo, donde la penumbra se convierte en sonido.
Desperté sobre saltada, tenía sangre en el labio inferior y un sabor salado que no sabia si pertenecía a la sangre, a las lágrimas o a aquel mar. Miré la luna blanca por la ventana, y por un momento, me pareció que susurraba algo… “No caerá… caerá, no caerá… caerá”.
La existencia es una caída acabada, la existencia es una imperfección. El carnaval se termina, el carrusel de la inocencia no girara más.
El mar acariciaba la inmaculada arena de una playa virgen.
-Te escucho…-
-¿Qué pasó aquí? ¿Me sientes?-
-Te espero…-
-Quiero ir a dónde estás, quiero que me digas que pasó aquí.
El ruido de las aguas alborotadas que chocaban contra las rocas era ensordecedor, pero no afectaba el diálogo, pues nos comunicábamos a través del pensamiento en un mar de distancia.
-Entonces tendrás que venir aquí abajo, donde la penumbra se convierte en sonido –me contestó-
De un momento a otro, sin más ni más una ola gigante se reveló, en todo se esplendor azul verdoso frente a mí. Me embistió atrapándome en su ser, entrando por mi boca y mi nariz.
Y allí estaba, en medio de un infinito mar que daba vueltas y me precipitaba hacia el fondo de algo. Una caída interminable.
“No caerá… caerá, no caerá… caerá”.
El sabor salado agredía mi lengua y bajaba por mi garganta de igual manera que yo bajaba dando vueltas como el carrusel de la inocencia en el que jugábamos cuando éramos niños.
“No caerá… caerá, no caerá… caerá”.
No veía nada… oscuridad, no había agua, pero seguía cayendo… ¿o no? Allí no había arriba ni abajo. Pero sentía la caída en… ¿mi corazón? ¿Y mi corazón?, no latía, no lo sentía latir.
“No caerá… caerá, no caerá… caerá”.
Caí. El sonido abrumador de las voces que allí dormían aturdieron mis sentidos y no distinguía lo que farfullaba.
Una brisa soplada por un viento fantasma acarició el contorno de mi rosto.
-¿Brisa de mar?- pensé.
Una voz quejumbrosa con estructura de llanto era ahora, lo único que se escuchaba en las recientes inmaculadas de aquella oscuridad total. Mis pies, con voluntad propia, caminaron había la fuente del lastimoso alarido conduciéndome hasta una puerta amorfa con una perilla de aluminio dorado. Mis manos con voluntad propia la giraron y crucé el umbral deformado. Los alaridos se convirtieron en sollozos y luego en un llanto casi secreto cuando la niña percibió mi presencia.
Yacía con el rostro gacho entre las manos, el cabello le caía sobre los hombros y el pecho, me hinqué con intención de consolarla y posé mis manos en sus hombros preguntándole:
-¿Qué te pasa?-
-Es que mi papá me abandono en la tienda de mascotas- me contestó al tiempo que levantaba su rostro para mirarme- estoy perdida y sé que hacer-
Su voz podría haberme hablandado el corazón, pero mi corazón no estaba en mi pecho. Yo quería decirle que todo iba a estar bien, que la llevaría conmigo y que jugaríamos en el carrusel de la inocencia que no, paraba de girar, como cuando papá y yo montábamos uno de esos caballos del carrusel y que… << ¿Dónde he visto a esta niña? Me parece familiar>>… todo estaría mejor. Pero el silencio se antepuso a mis palabras, cuando vi la transformación de ese rostro vacío y con una mirada llena de terror que me dijo con una voz fría, temerosa pero firme y en señal de seria advertencia:
-Pase lo que pase no vayas a voltear-
“No caerá… caerá, no caerá… caerá”.
Un nudo ciego se afianzo a mi tráquea matando mi voz, un golpe en mi pecho advirtió que el corazón había aparecido en ese momento palpitando a una velocidad exacerbada.
-No voltees- me advirtió.
Note que ella miraba sobre mi hombre derecho.
-No voltees- dijo de nuevo.
<< Ruidos tras de mí, ruidos de tierra removida y ruidos de voces echas con hebras de voz humana se quejan, lloran, clama, esperan. >>
¿Qué criatura abismal sería capaz de petrificar la mirada ingenua de una niña? ¿Qué eran esos ruidos? ¿Qué había tras de mí? ¿Por qué no debía voltear? Yo buscaba respuestas, tenía que voltear.
-¡No voltees!- grito ella al ver mi cabezo girar.
<< ¿Dónde la he visto antes? Me es muy familiar>>
Me cayó como balde de agua helada, el sudor frio de mi cuerpo se congelo, el corazón que, tal vez era el nudo en mi garganta, se detuvo de golpe, mi respiración ceso, mis pupilas se dilataron, la esfinge del miedo estaba frente a mí.
Allí estaba él, mi padre, ¿Hace cuánto qué se marcho dejando un vació en el pecho?, “No caerá… caerá, no caerá… caerá” ¿Qué hacía? Y esas personas desplomadas a su lado ¿Quiénes eran?, y ¿Por qué tenían algo rojo que se notaba en esa obscuridad substancial? ¿Por qué sus cuerpos no estaban enteros? ¿Por qué mi papá cavaba una fosa en esa tierra de ceniza?... ¿Por qué… lloraba?
Arrojó los cuerpos mutilados a la fosa y los cobijó con la tierra removida para que se durmieran eternamente mientras le reclamaba al viento:
-Siempre me dejaron sus problemas! - gritó- ¡ahora yo tengo que hacer esto también, como todo lo demás! ¿¡Por qué?! ¡¿Por qué a mí?!-
Yacía en la tierra, al lado de la cruz que los cuervos trajeron desde páramos secretos, con la cara entre los brazos, las lágrimas levantaban tierra al caer, polvo que se convirtió en neblina de invierno.
-¿Papá…?- inquirí con la voz casi ahogada por el miedo.
Volteo, como un lobo que se da cuenta que es acechado mientras devora su presa.
“No caerá… caerá, no caerá… caerá”.
-¡¿Qué haces aquí?!- gruño mientras se precipitaba sobre mí - ¡Tú también eres culpable!
-¡¿Papá, qué hacías?! – pregunte con las lágrimas recorriendo mis mejillas.
-¡Tú no entiendes! ¡Nadie entiende nada! Yo tuve que darles un sepulcro. ¡Tú abuelo nunca hizo nada , nunca le importaron sus hijos. Tú me preocupas, me preocupas mucho Alice!
<< Alice… ese era el nombre de la niña… ese era mi nombre… ella era…
-¡Me preocupas mucho Alice! ¡Mucho!-
Me tomo por los hombros bruscamente clavando su mirada lunática en mis ojos llorosos, quería que me dijera que cabalgaríamos juntos un caballo de carrusel, pero ya yo no era una niña. Ya no había inconsciencia para el carrusel, y lo más cerca que estaría de conseguirla era recordando a esa pequeña Beverly, que fue traída por el mar hasta aquí abajo, donde la penumbra se convierte en sonido.
Desperté sobre saltada, tenía sangre en el labio inferior y un sabor salado que no sabia si pertenecía a la sangre, a las lágrimas o a aquel mar. Miré la luna blanca por la ventana, y por un momento, me pareció que susurraba algo… “No caerá… caerá, no caerá… caerá”.
La existencia es una caída acabada, la existencia es una imperfección. El carnaval se termina, el carrusel de la inocencia no girara más.
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